Oromet presenta su nuevo trabajo
The Sinking Isle nos acerca hacia el mejor Domm Metal.
Llegó la época del año. No, no son las fiestas. Es la época de la melancolía y la tristeza, al menos aquí en Madrid, donde los días se acortan, el cielo se cubre de nubes, las temperaturas bajan y los árboles están con sus hojas coloridas. Para celebrar esta época, he decidido reseñar exclusivamente música doom durante el mes de noviembre. El primer álbum es The Sinking Isle, el segundo trabajo de Oromet, banda de Sacramento, California. Su álbum debut homónimo impresionó tanto a Cherd que se ganó un lugar en su lista de lo mejor del año 2023. Los dos miembros de Oromet tienen amplia experiencia con diversas bandas de doom, desde las versiones más oscuras de Desiccation y Occlith hasta el stoner doom de Battle Hag y el atmoblack de Feral Season. Expertos en sonidos atmosféricos y sombríos, el dúo se ha adentrado en el funeral doom para su proyecto más reciente. Lo que ofrecen al género es una belleza exuberante que merece toda tu atención.
The Sinking Isle retoma la misma fórmula de Oromet: una canción de 20 minutos seguida de dos de poco más de 10 minutos cada una, pero con mayor complejidad. La música es a la vez serena y meditativa, como se evidencia en los sonidos iniciales de la lluvia y las suaves notas acústicas de "Hollow Dominion". A medida que avanza la canción, se percibe una dualidad entre la desesperación y la esperanza. Oromet transmite estas emociones a través de tonos de guitarra contrastantes: el tono grave y oscuro del bajo, por un lado, y las melodías de guitarra con afinación aguda, por el otro. Cuando "Hollow Dominion" pasa de los sonidos naturales de la lluvia al ritmo monótono de la guitarra y el bajo, una sensación de tristeza lo impregna todo. Minutos después, el guitarrista Dan Aguilar toca un tono más alentador que recuerda a las melodías esperanzadoras de Counting Skies, en lugar de los riffs contundentes de Godthrymm, también exponentes del funeral doom. De la desolación de la naturaleza —la isla que se hunde, el dominio vacío, el lago abandonado— emerge, de alguna manera, una sensación de esperanza, quizá de sanación.
Si bien todos los aspectos de The Sinking Isle funcionan, la batería de Patrick Hills me resulta particularmente cautivadora. El funeral doom suele caracterizarse por ritmos pesados, como si imitaran la fuerza y el paso de un gigante. Eso está presente en The Sinking Isle, pero hay algo más. Hills a veces toca ráfagas repentinas de staccato, como si intentara animar una marcha enérgica. Estos ritmos transmiten una sensación de acción constante, como si algo intentara liberarse. A los once minutos de "Hollow Dominion", Hills sorprende con ráfagas de batería bélicas que recuerdan al fuego de ametralladora de una película de la Segunda Guerra Mundial. La batería de sonido bélico regresa en "Marathon", pero esta vez con la cadencia y la sensación del fuego de cañón. Estos momentos contienen una violencia surrealista y siempre preceden a periodos de tranquilidad, pausas en el ataque de guitarras y guturales. Si bien las melodías de guitarra son hipnóticas, la batería exige una atención aún mayor.
Las paradojas que impregnan The Sinking Isle contribuyen a que sea una escucha tan cautivadora. La paradoja más evidente es la que existe entre la desesperación y la esperanza. También hay, como se mencionó anteriormente, momentos de violencia y momentos de serenidad. Otra paradoja es la que existe entre el realismo y la fantasía. Las guitarras y la batería nos dan una base sólida, situándonos en algún punto del reino de la realidad, pero luego hay momentos de sintetizadores que suenan como algo salido de un mundo de ciencia ficción o fantasía. A pesar del ritmo pausado, Oromet te mantiene alerta, te mantiene intrigado y tratando de descifrar el enigma que teje la música. Los estados de ánimo cambian de la paz a la tristeza, de la violencia a la esperanza. Sin embargo, dado que se trata de funeral doom, estos estados de ánimo tardan en desarrollarse antes de dar paso al siguiente. The Sinking Isle reflexiona profundamente sobre estos temas y te envuelve con sus exuberantes paisajes sonoros. Hacia los últimos minutos de “Forsaken Tarn”, la mezcla de tristeza y esperanza que ha dominado el disco revela una belleza sutil en la soledad y la desolación que transmite la música. Es una hazaña asombrosa.
The Sinking Isle llegó a mis manos en un momento frenético de mi vida y me ha servido de bálsamo sanador. Es una meditación sobre la pérdida, sobre el derrumbe, sobre la soledad. Pero la ligereza de las melodías asegura que estos sentimientos oscuros nunca resulten abrumadores. Tan monumental como fue el debut de Oromet, este representa un paso adelante tanto temática como musicalmente. Reinventa el concepto de funeral doom: no solo una sensación de tristeza aplastante, sino un género que también puede elevar el ánimo. Me deja con la esperanza de lo que Oromet puede lograr en el futuro.